Onzari. Gol Olímpico. Sagi-Barba

GololimpicodeonzariPerdonen que me presente así, de golpe y sin avisar. Mi nombre es Cesáreo Onzari. Nací en 1.903 en Buenos Aires, Argentina. Mi profesión, futbolista. Debuté en el Club Atlético Huracán en 1.921 y ahí me retiré en 1.933. Jugaba de extremo izquierdo, puntero izquierdo como dicen allá.

A muchos sé que mi nombre no les dirá nada. Pero si les hablo de “gol olímpico” seguro que sí. Mi apellido pasó a la historia gracias a ese gol. Fue el 2 de Octubre de 1.924. Era un encuentro amistoso entre la selección de mi país, la albiceleste, y Uruguay, entonces recién campeón Olímpico en los Juegos celebrados en París. A los quince minutos de juego marqué directamente desde el corner. En la prensa se destacó el gol, aunque bastante menos que la dureza y agresividad habida entre jugadores y público. Adolfo Celli, “El Alemán”, compañero de selección, sufrió fractura de tibia y peroné y la afición despidió a los uruguayos con piedras y botellas. Recuerdo aún la patada que le pegó “El Mago”, sí, el uruguayo Héctor Scarone, a un policía. Acabó en comisaría.

Hacía poco habían cambiado el reglamento, exactamente el 14 de Junio de aquel año.  Guardo aún la edición de “La Nación” con la crónica del partido y en él el referee se refiere al gol así. «Tengo la seguridad de haber actuado a conciencia, en ningún momento dejé de cumplir mi misión en la forma en que entendía debía hacerlo. Prueba de ello, los goles que sancioné, el primero de los cuales directamente de un córner, aún cuando esa nueva disposición del reglamento oficial no nos ha sido comunicada a los referees de la Asociación Uruguaya de Football».

Y así, de la expresión de “el gol a los olímpicos” pasamos al “gol olímpico”. Y mi nombre quedó para siempre ligado al fútbol, a la historia de este deporte.

Pero mi intención, no es, ni mucho menos, contarles mi historia con esta nota. Lo realmente curioso vino poco después. Meses más tarde, y ya casi sin recuerdo del gol, recibí la correspondencia de un periodista escocés y de un compañero mío de profesión.

El primero me informaba que, el 21 de agosto de ese mismo año, mes y medio antes de que yo anotara el gol, un jugador llamado Billy Alston había conseguido uno idéntico en un partido de la Segunda División escocesa entre el St. Bernard´s F.C. y el Albion Rovers. Billy Alston jugaba en el primero. Y el resultado final fue de 2-1 favorable al Albion, anfitrión del encuentro.

No he sabido nada más de ese gol. Ni de ese jugador. Intenté averiguar algo pero todo fue inútil.

La segunda correspondencia me llegaba de Barcelona. Y el remitente era Emilio Sagi-Liñan. Permítanme que la reproduzca.

“Apreciado Héctor Onzari.

Mi nombre es Emilio Sagi-Liñan y soy jugador del Fútbol Club Barcelona. Como usted, puntero izquierdo.  Debido a las múltiples giras de mi padre, Don Emilio Sagi-Barba, barítono reconocido, tuve la fortuna de nacer en su país, a escasos 350 Km. de donde usted, en San Carlos de Bolívar. A los tres años llegué a Catalunya y desde entonces he permanecido aquí. Con quince años, y durante unas vacaciones en Cadaqués, junto con Salvador Dalí, el Sr. Josep Samitier, al que sin duda usted conoce a través de Don Carlos Gardel, avaló mi ingreso en el Futbol Club Barcelona. En la temporada 1916-1917 debuté con el primer equipo.

En 1919 me casé y decidí abandonar el fútbol. La necesidad del dinero para el mantenimiento de la familia acabada de crear, me impulsó a tal decisión. Pero ya sabe, este bendito deporte es como una enfermedad, un gusano que te entra en el cuerpo para siempre y, en 1.922 decidí regresar a los terrenos de juego. Y no me ha ido mal. He podido coincidir con Samitier, Alcántara, Platkkó y Piera. Nombres que seguro serán recordados durante años.

Igual  a usted, como a muchos otros aficionados, le suena más el nombre de Sagi-Barba que el mío propio.  Así me llamaban todos en honor a mi padre y a ser mucho más conocido que yo, un simple jugador de este noble deporte en comparación a un artista del canto.

Pero el motivo de estas líneas no es contarle mi biografía. El motivo es felicitarlo por el magnífico “goal”  que transformó contra la Selección de Uruguay del que me han llegado informaciones. Y a la vez contarle una anécdota que bien podría ser el porque del cambio en el Reglamento y a que usted, y dicho sea con todo el respeto del mundo, pase a la historia de este deporte.

Le sitúo en fecha de 16 de abril de 1.924. Estadio Metropolitano, en Madrid. Partido de desempate de los cuartos de final del campeonato de España. El rival el Sporting de Gijón. Yo era el encargado de lanzar los córners desde la esquina izquierda. En la segunda parte, sobre el minuto 15 lancé uno. Le daba bien al balón y con mucho efecto. Lo cierto es que el balón llegó a la red. Y el “referee” dio validez al tanto.

Los jugadores contrarios protestaron rapidamente al árbitro, Sr. Colina. Imagínese la que se lió que los sportinguistas abandonaron el terreno de juego considerando la situación poco menos que una estafa. Algunos se dirigieron al palco donde se encontraban los directivos de la Federación. Buen alboroto y buena trifulca monté con ese saque de esquina. La confusión fue enorme. Quilombo creo que lo llaman ustedes. Al rato los jugadores del Sporting de Gijón aceptaron regresar al terreno y pudimos reanudar el partido. El resultado fue de 3 a 1 a nuestro favor.

Al día siguiente en las crónicas de los periódicos todos lo narraban de diferente forma.

Casi todas las narraciones se centraban en librar de culpa al árbitro. Algunos para salvar la imagen y la decisión del “referee” comentaban que si el balón lo había cabeceado un compañero. Otros, también por el mismo motivo, argumentaron que las protestas fueron por un empujón al portero. Los menos, los que hablaron de un gol directo. Sí. El balón entró limpio, directo desde el “corner”. Y el árbitro debió anularlo, aunque ya se sabe como son a veces.

Supongo que conoce que los saques de esquina se introdujeron en el Reglamento de nuestro deporte en 1.872. Pero no fue, hasta poco antes de su gol, el 14 de Junio de 1.924 cuando se consideró el gol directo. La posibilidad que el balón entrara directamente en portería desde el saque de esquina.

Y estoy convencido que una parte importante de esta autorización fue debida a mí. A ese corner que lancé en el Metropolitano de Madrid y a la posterior controversia que se desencadenó, en el rectángulo y en los despachos. Había que salvar a toda costa la decisión arbitral.

Perdone que le haya molestado y robado parte de su tiempo con este relato de unos hechos olvidados por la mayoría. Pero quizás, en el futuro, alguien se interese por esta historia y deseaba contársela.

Muy cordialmente y esperando podamos repetir algunas veces más este gol.

Emilio Sagi-Liñan (Sagi-Barba)”35593551

Y, hoy, cuando ya han pasado muchos años de aquello, he querido dar a conocer ambas misivas. Para que nos queden en la memoria los nombres de muchos jugadores que hicieron posible el fútbol de hoy, tal y como lo conocemos.

Porque la historia ya habla de mí, Cesáreo Onzari, como el autor del primer gol olímpico, pero a nuestro alrededor, muchos futbolistas merecen todos los honores.

Y porque como decía Sagi, quizás alguien, en  el futuro,  se interesará por esta historia, que quizás algún contemporáneo de ese tiempo contará a sus hijos y estos a la vez, a los suyos. Y así, la historia del fútbol irá llenando hojas de ese libro maravilloso donde todos los jugadores, sea cual sea su categoría, deberían merecen una reseña.

N. A.

Este post no hubiese sido posible sin la pista que me facilitó J.G., provenientes de su historia y la memoria de los suyos, y la motivación que me dio para curiosear sobre el tema.

Tampoco lo hubiese sido sin las lecturas de artículos y libros de Frederic Porta. Como bien dice  «Hay que saber de donde venimos para continuar haciendo camino»

Toda la información es verídica y se basa en hemerotecas de esas fechas.

Con posteriorioridad se ha averiguado que el gol de Billy Alston fue conseguido con un cabezazo y no directo, según documentos de la época.