Acaba de terminar el partido en el Camp Nou. El Barça está una temporada más (y van seis seguidas) en las semifinales del torneo más prestigioso del futbol mundial a nivel de clubs. Un año más en el bombo de las semifinales de la Champions habrá una bola con el nombre del Fútbol Club Barcelona.
Atrás han quedado noventa minutos frente a un buen equipo. Un muy buen equipo en mi opinión. Noventa minutos que se han hecho largos, ante un rival que ha puesto juego, fortaleza física y velocidad, que ha llegado al campo a discutirle al anfitrión con fútbol el poder estar en semifinales.
En la grada se ha vivido con nerviosismo pero sin la intensidad del día del Milan, como si se diera por descontada la clasificación antes incluso de jugarse el encuentro. Y ni mucho menos ha sido así.
El equipo, cogido por pinzas, a causa de lesiones y bajas formas de varios de los integrantes del plantel, no está en su mejor momento. Seguro que se necesitan retoques de cara la próxima temporada. Pero una vez más, no han fallado. Que grandes son.
Las estadísticas, en futbol, poco importan. Pero el que ningún equipo, en toda la historia de esta competición, haya sido capaz de llegar a seis semifinales consecutivas, habla por si solo de la dificultad de la empresa. La dificultad de mantenerse arriba, en lo más alto del futbol mundial, año tras año.
Y escuchando y leyendo uno cree que muchos no van a entender nunca que esto es un juego, un deporte, donde se puede ganar y perder, aunque este equipo nos haya hecho creer que siempre se gana. Que casi parece una obligación el tener que ganar y además jugando como los ángeles. Nos han acostumbrado fatal. Que grandes son.