¿Uno de los nuestros?

Luís Enrique llegó al Futbol Club Barcelona de la mano de Johan Cruyff. Pero nunca jugó con él. En su lugar se encontró a Sir Bobby Robson con su traductor José Mourinho a cuestas. Sin duda debió ser un shock. Pasar de tener como entrenador al que en aquel momento había construido uno de los mejores “Barças” de la historia, el “Dream Team”, a tener al caballero inglés que había deslumbrado al presidente de entonces, y hoy residente en Quatre Camins, con unos planteamientos a base de vasos, cucharas y tenedores en la mesa de un restaurante de la zona alta de Barcelona.

El Barcelona de Bobby Robson tuvo una particularidad. Ser capaz de todo. Incluso de jugar con cinco centrales a menudo. Un equipo que nos dio una de las noches más emocionantes que recuerdo y a la vez una negación de lo que debe ser el fútbol a mi modo de ver. Los cuartos de final de copa frente al Atlético de Madrid en el Camp Nou (5-4). Ese equipo tenía un plan. Ni A, ni B. Ronaldo Luís Nazário de Lima. Después, por algunos, apodado “el gordito”. Y ese equipo ganó la Recopa (que tiempos aquellos y que lejanos nos parecen) y la Copa. Pero ese equipo no jugaba a nada. A Nada. Y la Liga se perdió frente al Hércules, ya descendido, en Alicante. Bueno, en el Camp Nou también se perdió contra el mismo equipo.

Ahora da toda la sensación de estar viviendo un “dejà vú”. Cada partido, cada encuentro es distinto. Hemos olvidado ya el ser el equipo admirado por su sistema de juego al que todos tenían envidia. Al equipo que jugaba de memoria. Al equipo que de tanto jugar igual, y ganar, y ganar, aburría a muchos. Claro, sobretodo a rivales. A día de hoy hemos vuelto a las andadas de conformar un partido distinto cada vez. No saber nunca a que y con quien jugamos. A depender del rival. Sí, ya lo dijo Luis Enrique en su presentación. Seremos imprevisibles. Y a fe que lo está consiguiendo. Pero lo malo es que lo es con nosotros mismos.

Futbolísticamente el partido de la noche del miércoles fue un desaguisado absoluto. Emocionante, sí. Los quince, veinte primeros minutos de la segunda mitad son esperpénticos. Tácticamente un absoluto desastre. Eso no es jugar con defensa de tres, como algunos han querido vender como muestra de futbol ofensivo. Si acaso es una ofensa a ese sistema. Estamos en Diciembre y sí, tenemos un plan. Su nombre, como en su momento lo fue Ronaldo, es Messi. Sigue siendo Messi. No, no olvido a Neymar y a Suárez. Pero si acaso mirar quien acostumbra a dar el último pase cuando son ellos quien marca. El plan, Messi.

Hay quien habla del Barça B de Luis Enrique de la temporada 2010-2011. Es cierto que acabó la temporada siendo la mejor de la historia del filial con un tercer puesto en la Liga. Repasen los nombres de los jugadores. Montoya, Bartra, Fontás, Thiago Alcántara, Oriol Romeu, Tello, Nolito, Jonathan Soriano, Víctor Vázquez, Sergi Roberto, Jonathan dos Santos, Muniesa, Sergi Gómez, … Pocas veces ha tenido tanta calidad junta el filial. Miren algún partido. Nada que ver con el juego que desplegaba el primer equipo. Absolutamente nada. El juego era un correcalles. Un dar y recibir constante. Ese equipo fue el máximo goleador igualado con el Betis, que acabaría primero de la tabla, con 85 goles. Se encajaron 62. Dos menos que el último clasificado y 6 menos que el que más encajó y también descendió.

Los que aún creemos en el futbol de posición, en la posesión del balón para conseguir un fin creo que lo tenemos claro. Luis Enrique no es “uno de los nuestros”. Nunca lo ha sido.