Cuando se pierde la sonrisa

No han sido, estos últimos días los mejores para el Barça. Para nadie que estime al Futbol Club Barcelona. Ni a nivel institucional ni de resultados. Para muchos el equipo ha fallado cuando no debería haberlo hecho. Los resultados ante el Milan y ante el Real Madrid han propiciado un alud de comentarios y opiniones contrarios al equipo y al cuerpo técnico.

En estos últimos años hemos estado tan acostumbrados a que el equipo rara vez fallaba que damos todos por sentados que los partidos se ganan. Casi no damos margen al empate o a la derrota. No. Los partidos se ganan. Y en el deporte no es así. Se gana y se empata, y siendo del Barça tenemos la suerte que se pierden pocos. Y enfrente teníamos rivales de la talla del Milan o del Real Madrid. Sé que muchos pensamos que no en sus mejores momentos. Pero son rivales con tradición. Y que para ellos, el jugar contra el Barça les puede volver a estar en lo más alto de la ola. Es así. La motivación la tienen en el partido mismo. Actualmente, y partiendo de que el equipo no es un prodigio físicamente, ni ahora ni nunca, sino estas al cien por cien los atletas te pasan por encima. Y eso es lo que ocurre.

Quizás el equipo se haya hecho mayor, quizás han faltado rotaciones, quizás deberían haber dado más minutos a los recién ascendidos del B o incluso a algunos que aún están en él, quizás deberíamos tener un nueve de 190 cm, quizás los fichajes no han dado lo que deseábamos, quizás….(aquí cada uno puede tener su opinión)

Pero lo único cierto es que hasta finales de Enero nadie comentaba nada de todo esto. Habíamos logrado todos los récords posibles de un inicio de temporada, el equipo iba como un tiro y con una marca de goles difícilmente igualable. Parecía que habíamos conseguido ser más verticales que en la campaña anterior, aunque nos costara el separar líneas y asumir algún gol de más. Y todo esto con el mismo equipo que juega ahora.

Los entendidos en preparación física dicen que el problema no está ahí. Que físicamente están bien. Que por ahí no van los tiros. Y les creo. Las piernas andan si el cerebro funciona. Y funciona con claridad. Y funciona con alegría.

Desde finales de Enero este equipo ha perdido la alegría. Los que asistimos a todos los partidos en el Camp Nou desde localidades cercanas al campo veíamos las caras de los jugadores. Caras sonrientes, que se reflejaban en el campo durante el encuentro. Jugadores a los que les saliese o no la jugada, entrara o no el disparo, sonreían ante la situación. Y esto hace muchos días que no ocurre. Muchos. Las cámaras de televisión delatan la situación. Este año se han remontado muchos partidos que inicialmente se perdían. Pero las caras eran de convencimiento, de decir “da igual, esto se gana”. Ahora no es así. La presión ha bajado, jugadores que entregaban rapidamente el balón ahora lo trastean, la posicionalidad ejemplar ha dado paso a un estar, en la mayoría de casos sin sentido.

Este vestuario ha pasado por demasiadas cosas en los últimos tiempos. Demasiadas. Las sonrisas se han evaporado o quedado muchas por el camino. Y es comprensible. No debe ser fácil reponerse una vez tras otra al mismo golpe. No debe ser fácil convivir con la incerteza. No debe ser fácil revivir una y otra vez la misma pesadilla. Y a veces uno se rinde.

Citando frases de Roberto Martínez, periodista argentino, tras años de gloria y supremacía futbolística basta un bache para que emerja la habitual autoflagelación, y la confianza merme en nuestro propio seno.

A este equipo, y al cuerpo técnico, pase o no la eliminatoria contra el Milan, gane o no la Liga creo que hay que hacerle un monumento. Citando otra vez a Roberto Martínez, el mundo continúa a los pies de este equipo. Esperando la reacción. Con un poco más de autoestima, nada ni nadie podría para a este equipo cuyo modelo edificó una cultura propia desde y para el fútbol moderno.

Y sólo después de haberles hecho el monumento será el instante de plantear dudas y conveniencias.

Como dijo un conocido, “Se juega como se vive. Se vive como se sueña”.