Hagamos un ejercicio de memoria. Verano de 1996. El presidente que en ese momento ostenta el cargo, delegado por los socios, del Futbol Club Barcelona ficha a Bobby Robson. En las dos últimas temporadas se le ha negado al entrenador, Johann Cruyff, los fichajes pedidos sobre la base de crisis económica y deuda del club. El dinero en caja y no en el campo.
Con Robson llegan Vitor Baía, Blanc, Giovanni, Ronaldo, Luis Enrique, Couto, Pizzi, Amunike y retorna Stoichkov. Casi nada. En un año se sacó la pasta guardada en esa caja de caudales. Y también llega algo nuevo. Un entrenador con fecha de caducidad. El entrenador para una temporada. Única y exclusivamente.
A nivel de resultados no fue una mala temporada. Se ganó la Copa del rey, la Recopa y la supercopa. La Liga se escapó por 2 puntos (ay, esos dos partidos contra Hércules). A pesar de todo, Sir Bobby Robson llevaba los billetes de avión cerrados, con fecha de regreso.
Al año siguiente llegó Van Gaal. Este sí con billete abierto. Y con él Hesp, Reiziger, Bogarde, Anderson, Dugarry, Ciric y Rivaldo, este en el último momento antes del cierre de mercado para sustituir al “interesado solo en el dinero” (¿les suena?) Ronaldo Luiz Nazario De Lima.
En dos años, la directiva del “Constructor de las esquinas” había conseguido hacer olvidar al Dream Team. Aunque solo fuera en nombres.
Dejemos ya la memoria. A día de hoy el Futbol Club Barcelona tiene una plantilla digamos cuanto menos, mayor. Al acabar esta temporada tendrá a siete de sus integrantes por encima de los 30 años (no incluyo a Víctor Valdés). De ellos cinco, en el equipo titular base. O sea que de una plantilla de 25 efectivos habrá 7 por encima de los 30 años y 6 más que como si no estuvieran.
Toca por tanto renovación. Y no olvidemos que el primer año de conjunción de equipo siempre hay dudas, es difícil pero siempre se otorga cierto margen. Estaremos en final temporada 2014-2015. Justo para que el proyecto, sí, ese nuevo equipo del presidente Rosell, esté a punto para las elecciones del 2016. Su equipo y su Barcelona. Donde nadie podrá acusarle de vivir de rentas del pasado ni ganar títulos por la inercia adquirida. Esa es su aspiración.
Y para eso hace falta dinero sin hacer peligrar los estados contables ni balances ni evidentemente tener que avalar. Y ahí entra Messi. Él no va ser el que nos pague el nuevo Camp Nou. No. Para eso hay otras vías que llevan a “Qatar Station”. No. Messi será algo así como “el solucionador”. Esa venta del mejor del mundo a cambio de tres primeras espadas. Y encima solucionando balances pues recordemos que el valor de Messi es «Cero» por llegar de la cantera. Súmenle a eso una notable y considerable rebaja de la masa salarial del club. Operación perfecta. Tan solo hace falta saber venderla. Y esta directiva está a costumbrada a tratar con vendedores. De pijamas hasta chubasqueros. De cuberterías a alfombras de Aladino, siempre y cuando sean tejidas en bicolor azul y grana. Ese cuento de la lechera aplicado al s. XXI.
Y no olviden, de este club todos se marchan por dinero. Siempre. Y llegan, sí, por amor a los colores. (Si son 40 millones mejor, en el color que sean)