Boca 129. 1a. Graderia en el lateral del Camp Nou. 5 minutos antes del inicio del encuentro la tribuna vacía. Poco a poco irá el público acomodándose hasta llegar a los 79.000 espectadores. A mi alrededor mucha gente desconocida, en su mayoría extranjeros ataviados con camisetas y bufandas los más jovenes.
Antes de los 30 minutos de juego ya se han podido escuchar, aunque de modo muy tímido y puntual, algunos silbidos por el juego desplegado por el equipo. Bueno, hablar de juego es ser muy exagerado. Digamos que se asemejaba a lo que se puede observar un día cualquiera en un patio de colegio. Un día cualquiera, no un sábado que es el día que juegan los mejores y que en principio han entrenado un par de horas durante la semana.
Los primeros problemas se detectaron durante la última temporada de Pep en el banquillo. Pero despues de tres años gloriosos incluso se Podía entender. Jugadores con un gran rol e importancia en el equipo parecían alejarse del modelo impuesto. Vidas personales. Nada era nuevo en el Barça. Al DremTeam le ocurrió algo parecido y al Barça de Ronaldinho y Rijkaard más de lo mismo. Pero había, en ese momento algo que nos inducía a pensar que esta vez no se caería en el mismo error. Y ese algo era Pep Guardiola.
Un entrenador a quien no le había temblado el pulso para deshacerse de Ronaldinho, Deco, Eto’o e Ibra para llegar a conseguir la excelencia. Era pues lógico el mantener la ilusión y la esperanza en que nada cambiaría.
Pero había y existe un condicionante totalmente diferente en la situación. Guardiola tuvo una directiva que hizo lo que pidió. Había que desprenderse de algunos jugadores. Sin problema. Se debía fichar a otros, pues adelante. Y la apuesta salió bien. En el fondo era simplemente hacer caso al máximo responsable del asunto. Y tenerle a gusto. Nada más.
En eso llegó Rosell. Impensable de cara a la afición plantear un cambio de entrenador aunque a muchos de sus acompañantes más duros les hubiera encantado el poder hacerlo. Solución: empezar a ponerle pegas en su trabajo. Oídos sordos a sus reclamaciones y exigencias. La fruta podrida cae sola del árbol, no hace falta recogerla, aunque entonces no valga para nada. Y así llegamos a la marcha de Pep. Con un plantel al que sin duda faltaba agitar. Con bajas y altas. Recordemos el último partido frente al Real Madrid en el Camp Nou. Poco falta a añadir a lo que se dijo y a como se planteó. Bajas y altas que aunque seguramente impopulares eran necesarias para mantener el equipo como conocíamos. Mantener el espíritu de trabajo. De equipo.
Desde entonces el equipo ha ido en un constante descenso a nivel de juego. Cierto que los primeros tres meses de la anterior temporada los resultados fueron excelentes. Quizás no tanto el juego pero poco había de que quejarse. Los resultados estaban y la mejoría en el juego debería logicamente llegar. Pero a partir de Febrero el equipo en general y muchos de sus elementos dieron muestra, sino de cierta indolencia, sí de un rutinario hacer. Regreso al gimnasio en lugar del campo de entrenamiento. Jugadores a los que es imposible discutir y sentar en el banquillo o la grada simplemente por el hecho de que no hay sustituto posible. Y si lo hay ninguno de los técnicos se ha atrevido a plantearlo. Pretender que los elementos mportamtes del equipo sean los mismos wue hace seis años es una no aceptación de cambios necesarios a hacer. Nadie puede ser eterno y nadie debe ser indispensable.
Y seguimos con los mismos errores con los que terminamos la temporada pasada. Intocables en el campo e intocables en la grada y el banquillo. Ascenso de jugadores a los que se les niega cualquier responsabilidad. ¿Què deben pensar Bartra, Montoya o Sergi Roberto viendo los rendimientos de Piqué, Alves o Xavi? por poner algunos ejemplos puntuales.
Y a todo esto la sensación de un Barcelonismo, que pese a una Junta Directiva autoanunciada como la que quería unir a todos, vuelve a estar altamente dividida. Y no solo en estos medios. Sólo hay que leer prensa (no demasiada, pero siempre hay a quien no le gusta le dicten los artículos y prefiera mostrar susmopiniones) o ir al Campo cada partido.
Con una directiva y un presidente que habla de afición autodestructiva o de sus enemigos constantes y todos movidos por oscuros intereses,que pululamos por estos medios. Vaya, que todos los que osamos criticar actos de la actual directiva parece que llevemos grabados en el móvil los teléfonos de Cruyff y Laporta. No se engañen, aquí, al igual que en el Campo hay multiples opiniones. Los votos los tuvieron en las elecciones pasadas pero no son eternos ni fijos.
Hoy parece difícil regresar a los tiempos no tan lejanos donde al campo asistían 30 o 40.000 personas a los sumo en partido cualquiera. El asiento libre dificilmente lo permitirá. Pero cuidado que vamos por el camino. El camino de ver que las localidades vecinas las ocupan gente desconocida. Y al precio que van las entradas irán un día, dos, pero no siempre. La indolencia es contagiosa.
Convendría que repasaran la temporada de Robson o las etapas de Van Gaal. No hace falta retroceder mucho más. Hay ejemplos anteriores. De los tiempos de Alcantara, Piera y Samitier. O de los años 61 en adelante. Siempre se comenta que en el fondo todo es cuestión de si el dichoso balón entra o no. Les recordaría que en la temporada de Robson se ganó,todo lo que se disputó salvo la Liga. Y Van Gaal consiguió Ligas. Y no por eso el público remitió en las quejas y llenó el Estadio. Preguntenle si acaso a los amigos Núñes, Bernabeu o Gaspart. Ellos les pueden explicar lo largo que se puede hacer un partido en el palco. Aunque seguro que tambien les explicarán lo mucho que estar allí ayuda en la vida.
Buen artículo.
Gracias por la reflexión.
Saludos.
Moltes gràcies pel comentari